jueves, diciembre 22, 2011

WHITMAN


LA DE ARRIBA ES ALONDRA, UNA DE MIS SECRETARIAS
EL DE ABAJO ES WALT WITMAN

WALT  WHITMAN
Pauperrimo homenaje

Me celebro y me canto a mi mismo. Y lo que diga de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo, lo tienes tú y cada átomo de mi cuerpo, es tuyo también.

Así comienza ese gigante, su poema máximo, Canto a mí mismo, donde  le canta al hombre, a la vida, por eso al dolor,  a la muerte, al drama de vivir, que es saber que se va a morir, y por lo mismo, se lucha como si fuera inmortal, y como si sus obras también lo fueran. Somos una pequeña cucaracha parlante, que tiene noción del peligro, y astucia para huir,  y esconderse en las oscuridades de la ignorancia, de la superstición, de la negación de la realidad,  de la religión, del trabajo, del juego, del amor, del arte o de la ciencia. Y fuerza para sobrevivir a los siglos, al dolor, a la lucha mortal, donde al final, perdemos siempre. Jugamos  a ser dios. Lo de dios, es con minúscula, y que levante la mano, quien vio al verdadero. Entonces quiero su relato pormenorizado, de sus cabellos, del tono de su voz, de su estatura, del color de sus ojos y la fuerza de su mirada. Quiero conocer las callosidades y cicatrices de sus manos de carpintero, si es Jesús, del tamaño de su abdomen, si es Buda, que no es Dios, pero se lo reverencia como si lo fuera. O de la Pachamama, quiero saber como es su peinado, si lleva trenzas y si usa faldas. Si él es Rá, no quiero verlo, porque el fulgor de sus rayos luminosos me cegaría. Y de Alá, me gustaría ver una imagen, aunque sea un mínimo boceto, para tener una idea del largo de su barba, y del color de sus ropajes.
Somos un pequeño insecto que utiliza instrumentos como la escritura. Y sí, somos parte de dios, porque cada parte de un átomo, es el átomo, y cada átomo, es el todo, que es eso que llaman algunos naturaleza, otros dios, con mil y un nombres distintos. Si soy hijo de dios, soy dios.
No soy culpable de mis actos, no los mal llamados buenos, no de los mal llamados pecaminosos. El pecado no existe, es sólo un modo de ver las cosas, de determinado punto de vista, como por ejemplo, el guerrero que liberó a una nación del poder de otra nación, es un héroe para unos. Y un rebelde, revolucionario, conspirador, sedicioso, terrorista, fanático, amotinador, subversivo o asesino para los otros. Y si hubiera perdido la guerra, sería tan solo cualquier adjetivo peyorativo que quieras utilizar. Y la llamada bondad, puede ser el resultado del terror al castigo, quizá divino,  por no hacer lo que sabes que los códigos de tu cultura, consideran negativo y dañino, apenas un pequeño acto de egoísmo, positivo y santo, si se quiere. Comprensible siempre.
Pero muchas veces la benevolencia es apenas un acto de cobardía lógica, en busca de los paraíso para los “buenos”, en quien es tan débil e ignorante, que no sabe de donde viene ni a donde va. Y mucho menos que es, ya ni siquiera quien es. Y menos cual es su destino, o cual es su misión en este pequeño largo y veloz sueño que llamamos existir. Por eso tu vida es un milagro. Y no todos los milagros son felices. También Pompeya y el Vesubio, juntos son un prodigio mágico, y Hiroshima es otro portento, ya vulgar porque se repitió y se puede volver a repetir en cualquier momento. Somos magia, como lo son las bacterias, de las que evolucionamos. Y ahora nos llenamos de orgullo por ser humanos y tener ¿alma?, siendo apenas una colonia de bacterias mutantes en distintas especialidades. Pero también tal vez el más inmenso milagro que existió.
 La  hormiga, el átomo y una galaxia también son prodigios, y no termino de asombrarme de todo. Y culmino  con algo más de Walt:
¿Qué me contradigo?
Sí, me contradigo. ¿Y qué?
(Yo soy inmenso…
Y contengo multitudes.)




viernes, diciembre 16, 2011

AMAR AL DOLOR



AMAR AL DOLOR       
 ELLA ES BLANCAFLOR, UNA DE MIS SECRETARIAS, ELLA ES MI FELICIDAD Y MI DOLOR.                                                            
Sufrir es feo. Chocolate por la noticia. Pero si esto es una verdad grande como el universo, ¿cómo hay montañas rusas, artículos para sexo masoquista, deportes como box, fútbol americano, rugby, turismo de aventura, montañismo, voluntarios para ir a la guerra,  kamikases, fumadores empedernidos, monjas de clausura, maestros vocacionales  que trabajan pese un sueldo miserable, madres solteras, médicos sin fronteras, fanáticos de equipos eternamente perdedores y demás fauna masoquista? No lo sé… me gustaría dilucidarlo, pero me imagino muy ardua la tarea. Quizás todo comience cuando en el colegio, nos pusieron por las nubes a los héroes de la patria. Y luego todos quisimos emularlos. Pero no todos los días hay un país para liberar, o una cordillera para cruzar con un ejército. Y muy pocos pueden imaginar siquiera, sin llegar a delirar,  llegar a gobernador, ya no a Presidente. ¿Qué puede hacer uno para compensar eso? Muy poco. Apenas algunas de las mini hazañas enunciadas antes.  Hay otra variante de masoquismo… a nadie le gusta pasar por una mesa de operaciones, ser asaltado, estar enfermo de algo feo o sucesos similares. ¿Y qué hacemos todos, una vez pasado algún tiempo de tan dolorosos sucesos? Recordarlos como los sucesos más  divertidos de nuestra historia. En esto hay una evidente intención de mostrar nuestro espíritu heroico. Se puede así, rememorar entre pullas y carcajadas, sucesos que maldito si en su momento nos arrancaron siquiera una sonrisita anémica. Cualquiera presenció duras disputas, dirimiendo con fiereza digna de mejor causa, quien la pasó peor en un accidente de autos, o quién recibió más puntos de sutura en una pelea a puñetazos, o quién  sufrió más en un parto. Esta es una teoría. Otra puede ser la certificación del hecho de ser el masoquismo, algo más que una enfermedad psíquica o un vicio con implicancias sexuales. Podría ser, siendo el mundo algo tan dramático, donde existe tanto dolor, enfermedad, muerte, violencia y tantas otras porquerías, que venimos a sufrir, como dicen los pesimistas. Y el placer, los goles de tu equipo y los besos de tus hijos o de tu perro, son nada más una especie de zanahoria puesta delante nuestra, para hacernos tirar del carro de la vida, con ingenuidad, para hacernos viajar a los golpes, en la carretera llena de baches demasiado profundos y llenos del sucio barro de la existencia. Pero no estoy seguro de este razonamiento. En realidad no estoy seguro de nada, ni siquiera de mi inmensa  inseguridad. Quizá el amor de mis mujeres, mi madre, mi esposa, algunas novias, mis nietas, sean un acicate para desearme gozar la vida, tantas veces como yo pudiera volver a vivir de nuevo.
Creo en algo distinto, que nos juega en contra, en la búsqueda de LA FELICIDAD. Esto nos hace, igual a los jugadores de fútbol, eternos perdedores de goles, por apresurados. Supongo que somos víctimas de nuestra estúpida y letal impaciencia. Y todas las cosas de la vida, tienen todo un intrincado, y muy laberíntico ritmo secreto, misterioso, sólo descifrable entre los dueños de la varita mágica de la serena paciencia, y de su magnífica hija, la sabiduría.  La tan ansiada felicidad, palabra sin verdaderos sinónimos, porque se le exige perfección -de otra manera los tendría, como prosperidad, fortuna, placer, alegría, comodidad,  optimismo, salud, placidez, abundancia, seguridad, júbilo, goce sexual- pero todos estas palabras son sólo eso, palabras. O sea puntos de vista. Y como todo lo de este universo, pasajero. Y LA FELICIDAD no es un lugar donde quedarse a vivir, ni siquiera a dormir una siesta. Es una especie de un motel para parejas, donde incluso, pero muy raramente, hasta pueden  estar varias personas juntas -aquí no importa ni el sexo ni la edad-.
 Es un camino a recorrer, andando en bicicleta, manteniendo el equilibrio, sin dejar de pedalear muy duro, aunque sea muy cuesta arriba y con viento en contra. Y esperar serenos, las caídas, pues ellas vendrán seguras, algunas terribles, otras suaves. Y es saber anticipar como cada uno de esos golpes, nos van a enriquecer. -Maldito ese enriquecimiento - dirá  usted.
-Para semejante fortuna, prefiero ser pobre -. De acuerdo. Pero no hay ninguna posibilidad de evitar este largo bicicletear por la vida. Y es de sabios, aprovechar todas las circunstancias encontradas a lo largo del camino, incluidas las terribles. Y  aunque lo  creamos muy  doloroso, nos olvidamos muchas veces de las infinitas probabilidades de ser felices habidas en cada minuto, en cada tramo. Podemos, según nuestros gustos, ver jugar a un niño o volar a una mariposa, darle una palabra de aliento a alguien necesitado de ella, dar o recibir un beso, comer un helado, hacer un gol, recordar algo placentero, ponernos un vestido nuevo... Como podrá apreciar, la lista es inagotable. Y esa es la FELICIDAD,  así con mayúsculas, en letras negritas, destacadas. No será felicidad algo al cual le pidamos algo muy difícil de mantener mucho tiempo. Ello nos provocaría  una perpetua desdicha, por el terror a perder la gloria  conseguida. En cambio es perpetua felicidad, saber atrapar todas las pequeñas felicidades que pasan volando cerca de nosotros, mientras nos encaminamos a encontrar LA FELICIDAD grande. Y sabiendo que  la grande, es la suma de las chiquitas, como los ladrillos construyen paredes y también palacios. Y OH, casualidad, son las  mínimas circunstancias cotidianas, las capaces de estar a nuestro lado a cada rato, en cada instante, todos los días de nuestra vida, como que nos sonría alguien, regalándonos la mágica cosecha de sus frutos, abonados por la inteligencia de saber darse cuenta de ellas.
Y volviendo al principio de nuestra charla, pareciera que la humanidad, amara al dolor. Le piden a los chanchos gordos que pesen poco. Se cierran los ojos frente a la realidad y se la ignora. Por eso se intentan solucionar los problemas, mediante el alcohol, cocaína, marihuana y las demás drogas, como dinero, poder, sexo desaforado. Nadie se equivoca a propósito, nadie se pega adrede en el dedo, cuando le apuntó al clavo. Sin duda se busca el éxito. Pero se lo suele buscar mal, donde no puede estar jamás. Es un problema de enfoque. Vemos lo que queremos ver, no lo que está delante de nuestros ojos.
No es masoquista nadie por vocación. Lo es por ver fracasar a los demás en su búsqueda de LA FELICIDAD,  por los caminos trillados, llenos de piedras.  Entonces hace la heroica. Busca, al ver que se acaba el tiempo y está perdiendo  nueve a cero, meter  diez goles, en dos minutos. Y por supuesto, sólo tira pelotazos frontales, nada del toque sutil de los grandes jugadores de la historia. Busca por cualquier lado. Se dice “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Pero olvida cuanto mejor es ir por un camino asfaltado, a ir por el barro, “haciendo caminos”, aunque esa autopista pueda llegar a conducirnos al infierno. Y todas las cosas de la vida, tienen un número secreto, un código hermético, al cual se accede con una única llave. La exacta. Y las ganzúas, solo las pueden usar los cerrajeros muy,  pero muy expertos. Y el tipo se equivoca una vez más. Se apresura. Y con la pitada final, como en el básquet, desde su aro, tira al otro aro, buscando el triple salvador. Pero eso es para  Michael Jordan, no para uno, que ni es negro, ni mide dos metros quince, y ni siquiera embocó un simple doble. Y para colmo, está en un potrerito embarrado, donde se juega al fútbol, con dos montoncitos de ropa como arcos.
Y LA FELICIDAD estaba ahí, donde no la supimos ver, y ahora sólo nos queda poder reciclarla, diciendo:-Bueno, que lindo pudo haber sido -, o -Que lindo fue.
Y lo peor, es que todos no solo quieren ser felices, sino mas felices que los demás.
Por eso, cuando vea a la próxima mariposa pasando cerca suyo, tenga a mano la red, para atrapar a las pequeñas felicidades, que siempre pasan... sólo hay que tener los ojos bien abiertos.
Un beso en Cilencio.



viernes, diciembre 02, 2011

CARTA A MIS GENITALES


CARTA A MIS GENITALES

Buenos aires, 3 de diciembre de 2011:
Queridos genitales míos:
Esta carta se las debía.
Toda la vida estuvimos juntos, en las buenas y en las malas. Amamos juntos, juntos gozamos. Juntos sufrimos la alegre y lujuriosa humillación de la masturbación,  y alguna vez de la impotencia. Pero nunca nos comunicamos de verdad.  Espero que lean con atención esta misiva. Sería más importante para mí, que para ustedes.
Millones de veces los acaricié y los disfruté. Otras tantas disfrutaron de tibias carnes femeninas. Sé que por eso, jamás me dieron las gracias. Tampoco expresaron ninguna clase de agradecimiento, ni siquiera con una tenue sonrisa, y sin embargo tienen una boca. Pero sé que lo disfrutaron a lo bestia. Y muchas veces debieron estar orgullosos de mí, como yo lo estuve de ustedes. Somos un equipo, yo pongo la técnica, voy llevando la pelota desde mi arco, y les doy el pase final, para que la empujen y la metan adentro, del arco…Siendo yo agnóstico, mil veces le di gracias a Dios, sea este como sea, por el momento que pasamos juntos ustedes, la mujer con quién estábamos y yo, compartiendo la idea de que la vida es dura, pero tiene momentos de maravillosa magia. Y esos ratos inefables, hacen que uno crea que vivir vale la pena. Que el amor o sólo jugar al amor, por un rato, nos hace sentirnos como  Dios, que somos parte de él, como los átomos son parte del Universo, y el Universo, es eso incognoscible que es Dios, o la creación, o como demonios quieran llamarlo los hombres…. Ser el Creador o quien nos permita eso tan maravilloso, esa borrachera de emociones centuplicadas, te inundan el alma de felicidad, más que momentánea, porque luego flota entre los recuerdos, y te hacen sentir que tu cuerpo es maravilloso, inefable.
Ese creer que la soledad en la que vivimos inmersos, se puede romper con solo desnudarse ante una mujer desnuda, es mágico. Y  al penetrar en los abismos de los sentidos, hasta que  la explosión final del orgasmo te vuelva a esa dura realidad diaria, que luego de ese instante es menos dura, y pasado un tiempo, mucho más dura, ya supera lo sublime.
Tampoco les agradecí, viejos compañeros  de placeres, por los favores recibidos. Claro, nunca antes de este instante, se me había ocurrido fijarme en lo paralelo de nuestra vida. Aunque hay una independencia terrible en ustedes. Pueden fallar cuando los necesito y pueden estallar en una erección terrible cuando quisiera demostrar indiferencia. O estallan antes de lo previsto y necesario, en un pequeño torrente humillante para mí y también para ustedes. A veces no quisiera que me tengan de  esclavo, sabiendo como luego de una limosna dulce de placer, podrían venir  terribles arrepentimientos, trabajos insufribles y lo que es mucho peor, el dulce y agrio sabor de estar creyendo que se ama a alguien, cuando es mentira. Les digo “creyendo”, porque nunca pude descifrar donde está la frontera exacta entre el deseo carnal, genético,  y hasta cultural, de eso que los hombres suelen llamar amor. Esto quizás sea una mezcla de deseo físico, cultura, acostumbramiento, ilusiones, miedo a estar solo, deseos de sentirse amado, de ser útil, de reproducirse,  de creer necesitar del otro lo que creemos no tener.  No sé cuantas cosas más, que podría sacar de mi cabecita con solo pensar un rato, pero no creo que hagan falta en esta carta. Esta es sólo un agradecimiento, un anunciarles  cuanto los quise siempre, un reconocer mi saber de cuanto me quisieron y me sirvieron, pero nunca antes se me ocurrió expresárselo. Quizás porque creí ser con ustedes una sola cosa, un solo cuerpo, una sola intención.
No sé si vale la pena darles las gracias a los gorditos por mi hijo. Es demasiado obvio. Y demasiado mágico para comunicarlo con palabras. Nunca voy a poder acostumbrarme a no asombrarme del tremendo, inefable y terrible milagro de la vida. Digo también terrible, porque para bien o para mal, la vida es inevitable  hermana siamesa de la muerte. Y la Parca me sigue molestando, torturando, asustando y un montón de “andos” más. La asumí algo en mi intelecto, hasta en mi emoción, pero no del todo. Me lleva la vida ir lográndolo. Y aún no termina el trabajo. Por desgracia no terminará jamás, ni cuando la huesuda diga: -Se acabó el tiempo que les presté, vengan conmigo-.
De cualquier manera, estoy demasiado orgulloso de ustedes. Me dieron la oportunidad de prolongar la cadena de la vida, en otro hombre más, del cual estoy muy orgulloso.
Por todo esto, no debe ponerse celoso el flaco. A él también lo amo, pero como siempre decimos de mamá y papá -a los dos los quiero por igual, pero son amores diferentes-.
Bien, lo esencial ya se los dije.  Lo demás lo iremos charlando en lo que resta del viaje juntos. ¿Saben cuantas veces los imaginé, y me molestó mucho la idea de vernos flojos, flácidos, vencidos? Bueno, no nos pongamos sentimentales y llorones, aún nos queda mucho por disfrutar juntos como buenos amigos, inseparables compañeros de ruta.
Siempre estuvieron en mis emociones y en mis pensamientos, pero luego de esta carta, siento que los voy a pensar diferentes. Es como un  hermoso cuadro que está en casa desde que yo era niño y de tanto verlo se le desgastó la hermosura. Ya ni lo miro, sino medio de casualidad o porque alguien me lo hace notar. Habernos de alguna manera, no comunicado, los hará revalorizar, como pasa con las cosas perdidas y recuperadas.
Hasta luego, queridos genitales. A los dos gorditos y al flaco. Como diría un viejo tango: “el trío más mentado”.
Chau, nos vemos.
                            Con todo el amor del mundo, el resto del cuerpo y el alma de Cilencio.
  


Juiceman II